Reflexiones para tí.

El cristiano y el baile

Y David y toda la casa de Israel danzaban delante de Jehová con toda clase de instrumentos de madera de haya; con arpas, salterios, panderos, flautas y címbalos. 2 Samuel 6:5.

Cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte. Éxodo 32:19.

El aprecio por la música, el ritmo y la expresión corporal forma parte de nuestra naturaleza, e incluso me atrevería a decir de nuestra semejanza divina. La expresión corporal de las emociones, el saltar y realizar movimientos rítmicos con el cuerpo es algo tan natural que los niños, que no están aún condicionados por la cultura, la ética y la religión, cuando se alegran se ponen a saltar, o a dar vueltas.

La Biblia registra cómo la danza acompañaba el culto a Dios (ver Sal. 150). En el primer texto de reflexión para hoy, encontramos al rey David danzando de alegría por haber recuperado el Arca del Pacto. Sin embargo, la Palabra de Dios nos presenta, como en el segundo texto de hoy, que la danza puede formar parte, también, de actos incorrectos.

Hoy en día, idealmente hablando, la danza, en sí, podría ser una actividad totalmente lícita para el hijo de Dios, siempre y cuando se la practicara de un modo acorde con los principios divinos de pureza, pudor, modestia y sana alegría. Pero, cuando contemplamos los tipos de baile que se realizan en nuestra sociedad, especialmente en los centros bailables, observamos que son expresiones corporales llenas de hipererotismo, sensualidad, desvergüenza y desenfreno. Las damas van vestidas con sus ropas más provocativas y sus movimientos corporales están calculados para despertar la apetencia sexual hacia ellas por parte de los varones. A eso se le suma, en general, la estridencia de la música, lo alto del volumen, el encandilamiento de las luces, amén de la circulación libre del humo del cigarrillo y el alcohol, cuando no de las drogas. Definitivamente, un lugar bailable no es un sitio adecuado para un hijo de Dios que anhela asemejarse a Jesús.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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