Reflexiones para tí.

La hija de Jefté

“Quien salga primero de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva de haber vencido a los amonitas, será del Señor y lo ofreceré en holocausto” Jueces 11:31

Randall Roberts dice “El tipo de Dios al que servimos determina el tipo de vida que vivimos”. Jefté realizó la promesa; que finalmente recayó en su hija porque no conocía al Dios al que le hizo la promesa. O, peor, lo conocía mal.

En una primera lectura, la historia de la hija de Jefté -que está llena de elementos extraños para nuestra mentalidad- nos enseña a pensar lo que vamos a decir. A pensar más, si se trata de una promesa. Y a pensar mucho más, si esa promesa involucra a alguna otra persona.

Jefté no tenía ningun motivo para hacer el juramento que hizo. El Espíritu de Dios ya estaba con él, la victoria era segura. Además, lo que estaba prometiendo delante del Señor iba contra todos los principios enseñados y las órdenes dadas por el Dios de Israel.

A veces, nuestro comportamiento demuestra la poca confianza que tenemos en Dios. A raíz de esto, nos colocamos en situaciones bastane extrañas, innecesariamente. Pero claro, si la imagen que tenemos de Dios es la de un tirano, un Ser extraño y lejano, lo trataremos como “merece” ser tratado, y nosotros viviremos de acuerdo con lo que imaginamos que un ser tirano, estraño y lejano desea.

La hija de Jefté no tenía culpa de nada, solamente era la víctima de una imprudencia del padre. Con Dios no necesitamos movernos en este camino. Él está dispuesto a darnos todas sus bendiciones, que siempre serán lo mejor para nosotros, sin que nosotros tengamos que hacer nada, simplemente entregarle nuestro corazón; quizá lo más difícil para un ser humano.

Pero continuamos prometiendo -y después arrepintiéndonos de las promesas hechas- en forma precipitada. Dios recorre otros caminos. Dios se maneja en otras coordenadas.

Son tantos los elementos negativos que nos llaman la atención en esta historia, que a veces pasamos muy por arriba uno de los pocos elementos positivos que esta tiene: la obediencia y la entrega de la hija del juez de Israel. Ante la explicación del padre no discute, no implora, no huye. Simplemente, pide sesenta días para ella y acepta su destino.

¿Hasta dónde llegas con las promesas que te tocan cumplir?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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