Reflexiones para tí.

Barrabás

Tenían un preso famoso llamado Barrabás. Así que cuando se reunió la multitud, Pilato, que sabía que le habían entregado a Jesús por envidia, les preguntó: “¿A quién quieren que les suelte: a Barrabás o a Jesús, al que llaman Cristo?”. Mateo 27:16-18.

Le había llegado el día. Había pasado los últimos días dividido entre los momentos en los que imaginaba cómo sería su fin y los que intentaba –desesperadamente– pensar en cómo escaparse.

Su mundo tenía la forma de la única ventana por la que entraba un poco de luz y aire en su celda. Las voces también. Los gritos del patio lo hicieron prestar atención a lo que sucedía. Escuchó su nombre en combinación con otro. Barrabás al lado de Jesús.

En un muy interesante artículo, Christian Bentancor explica que el nombre de este preso puede ser entendido como una palabra compuesta: “Bar”, derivación de la palabra que significa “hijo” y “Abba”, que significa “Padre” (¿Te acuerdas de Cristo, cuando dice “Abba, Padre” en el Getsemaní?). En esa lectura, nuestro condenado es el hijo del padre; y quien ocupa en forma vicaria su lugar, es el Hijo del Padre.

El hijo pródigo era otro hijo del padre que se había alejado de los brazos amantes del progenitor. Cada pecador es un hijo del Padre que abandona el hogar. Tú eres Barrabás.

La crueldad de los romanos transformó la muerte en la cruz en un espectáculo de brutalidad, atrocidad y sadismo. La cruz de Barrabás tenía su nombre. Había sido construida para él. Nadie más la usaría… salvo el Hijo del Padre.

La puerta de la celda se abre para este sedicioso y mentiroso impostor revolucionario. Los que serían sus últimos pasos, se transformaron en el inicio de una nueva caminata. Todo, porque el Hijo del Padre ocupó su lugar, tomó su cruz, murió por él. El Hijo le dio, como a ti y a mí, como a todos los hijos del Padre, una nueva chance, una nueva oportunidad. La historia de los inocentes que morían llegaba a su punto culminante.

Barrabás, tú y yo fuimos liberados. Agrádecele, y aprovecha la oportunidad que el Hijo te ofrece.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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